viernes, 17 de agosto de 2007

Conciencia de clase. Por Ramón.




Ojeando “La segunda”, periódico que aparece en las tardes y que representa a la derecha católica y económica de Chile (“el diario del enemigo” diría irónicamente mi padre) perteneciente al clan Edwards, uno puede encontrarse con lo más granado del pensamiento ultraderechista del país.

Para mucho intelectualoide o estudiante universitario de alguna facultad relacionada con las Ciencias Sociales de izquierda, de centro o de derecha, lo que acabo de señalar es una perogrullada, y si bien no deja de serlo, lo más importante en este caso no es lo acertada y precisa de mi descripción acerca de este medio de prensa, definitivamente no. Mi interés radica en mostrar “la verdad” política y ética de la derecha chilena a los escépticos y escépticas que aseguran que no existe nada parecido a una lucha de clases, que plantear una relación empresario-trabajdor de esa forma, es parte de un discurso añejo y trasnochado, más pertinente a contextos sociales del siglo pasado. Para políticos, magnates e intelectuales de derecha, el sentir y el despliegue clasista están presentes siempre, sobre todo cuando se trata de escribir y parcializar la historia para justificar actos políticos a favor de sus privilegios e inversiones, en desmedro de la mayoría trabajadora.

Así por ejemplo, este periódico le entrega una de sus páginas a Gonzalo Vial, historiador, jurista, profesor de la Escuela de Derecho de la UC y ferviente defensor del régimen tiránico de Pinochet por considerar este período, un paso táctico fundamental para la instauración del modelo económico de libre mercado, cosa que no es menos cierta, desconociendo los ribetes total y absolutamente criminales de la dictadura militar.

En su columna del día martes 07 de agosto del año en curso, Gonzalo Vial hace un comentario acerca del libro “Sergio de Castro, el arquitecto del modelo económico”, de los autores Patricia Arancibia y Francisco Balart, donde comenta, con su parcial mirada, la “fabulosa” historia del establecimiento en Chile de la corriente de pensamiento económico Neoliberal (escuela de Chicago, Chicago Boys, etc.) y sobre el rol del dictador en la imposición de este sistema económico luego del asalto a La Moneda: “Quizá el echo más importante que haya ocurrido en Chile en la segunda mitad del siglo XX –dice Vial- haya sido la firma del convenio de 23 de abril de 1955, entre la hoy Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica, y la Universidad de Chicago, a través de la Oficina de Cooperación Técnica, una agencia estatal de los EE.UU.”

“Fue el origen remoto de lo que se ha llamado “modelo Chicago” –una economía libre regulada por el mercado- que establecido por el régimen militar en 1975, se tambaleó con la crisis mundial de 1982, y se repuso en plenitud el año 1985. Pero lo más extraordinario de su historia reside en cómo, a partir de 1990, la Concertación –cuyos economistas y políticos, durante todo el gobierno de Pinochet, habían fulminado los más encendidos dicterios contra el “modelo”- lo adoptó y mantuvo en sus líneas fundamentales, hasta hoy.”

“Especial realce adquiere en éstas páginas, la figura del General Pinochet, como respaldo básico
(refiriéndose el despliegue militar para el genocidio de clase cometido por el dictador) de un modelo económico que el tiempo ha confirmado (es decir, que continúa vigente gracias a la administración de éste por los sucesivos gobiernos de la Concertación) y cuya paternidad política –como tantas otras cosas positivas- se le niega sistemáticamente”.

Además de encontrar acertado el golpe militar de Pinochet en la década del setenta con absoluta desfachatez, Vial reclama que no hemos valorado la figura del dictador en su real magnitud e “importancia política”, sin duda alguna, este señor y muchos otros que apoyaron directamente el régimen militar, elevan a la categoría de héroe nacional al dictador.

Este tipo de opiniones rebalsa las páginas del periódico, uno de los medios de prensa más clasistas que existen en Chile.
En otra de sus columnas y metiéndose de lleno en la coyuntura, se pronuncia acerca del salario “ético” con especial tacto derechista: “No hay obligación moral de pagar el salario mínimo, sino de pagar el salario justo. El empresario que verdaderamente no puede solventar el mínimo sin perder dinero tiene la misma opción ética que aquel que se encuentra en igual situación respecto al salario justo: a) o cierra su empresa y echa a todo el mundo a la calle, o b) mantiene la empresa pagando menos que el salario mínimo y sorteando las multas de la Inspección del Trabajo”. Pobre clase empresarial, como si no supiéramos que existen empresarios que falsean los balances para figurar con un mínimo de ganancias. Señor Vial, “a otro perro con ese hueso”.

Así, desde la seguridad de la "trinchera" mediática, el empresariado monopólico y trasnacional chileno se defiende de los embates de la clase política de izquierda e incluso de las contradicciones discursivas de la propia derecha y en realidad, aunque parezca otra de esas perogrulladas que insultan la consciencia de las esferas intelectuales, la clase empresarial afilará siempre su espada cuando se trate de defender sus bolsillos y su enorme cuenta bancaria.

Estos últimos días, el mismo periódico ha disparado dardos contra el representante máximo de la Conferencia Episcopal, el obispo Alejandro Goic, dada la coyuntura del debate político entre la izquierda y la derecha en Chile y que dice relación con el sueldo de los trabajadores, el llamado “sueldo ético”, propuesto por él. Luego de la movilización de los trabajadores subcontratados del cobre y de la declaraciones del Obispo aludido, en su editorial del 10 de agosto, el diario comienza una campaña de alarmismo ideológico: “(…) además (Goic), descolocó a varios cuando el país –otro efecto de la crisis CODELCO- parece vivir un clima de tensión social que puede agravarse en el próximo tiempo, en lo que coinciden el prelado y el nuevo líder de los subcontratistas, Cristián Cuevas”. Cualquier persona un tanto desinformada por los medios ideológicos de prensa, podría pensar que Goic y Cuevas (militante y cuadro del PC) son agentes de la desaparecida KGB o simplemente podría empezar a creerse que el presidente de la Conferencia Episcopal es un representante fiel de la Teología de la Liberación, un cura “rojo”, solo por el hecho de plantear un debate “en favor” del sueldo de los trabajadores.

En la edición de ese mismo día viernes 10 de agosto, me encontré con la columna del afamado escritor chileno Jorge Edwards, que hace una serie de recomendaciones a la izquierda chilena, empezando por hilvanar su discurso tomando a Stalin como referencia y curso lógico “natural” de la misma, catalogando de “gobierno exitoso” la administración de Lagos (y vaya que sí lo fue para el empresariado): “La izquierda en el poder en diversos lugares del mundo tomó medidas drásticas, extremas, destinadas a llegar al desarrollo social, y esas medidas, en muchos casos, en virtud de problemas complejos de ingeniería social, en lugar de traer progresos tangibles, provocaron retrocesos (…) La colectivización forzada de las tierras ordenadas por Stalin se proponía mejorar la suerte de los campesinos (…) Pero el resultado práctico fue una hambruna monumental. Ahora, a través de testimonios auténticos, muy difíciles de rebatir, se sabe que miles de mujeres del campo ruso, desesperadas de hambre, devoraron a sus propios hijos”. En unas declaraciones recientes –continúa Edwards-, Carlos Altamirano Orrego, jefe y hasta símbolo del socialismo de izquierda de los tiempos de Allende, declaró que el gobierno de Ricardo Lagos había sido el mejor gobierno de “centro derecha” de los últimos cien años en Chile. ¿Porqué tenemos que regalarle a la derecha el éxito de una coalición formada por Democratacristianos, socialdemócratas y socialistas? El éxito del gobierno de Lagos, por el contrario, fue el de la reflexión de los problemas de la izquierda del pasado, el de la aceptación del cambio, el de la renovación”. Una vez más, derecha y concertación en impúdica relación carnal. Claramente los trabajadores y el mundo social principalmente no tenemos nada que ver con ambos sectores ideológicos.

Podemos darnos cuenta que son muchas las formas para confundir a la opinión pública. Ahora bien, y sin ánimo de defender al genocida Bolchevique, ni menos a la actual izquierda neoliberal, me parece aberrante, pero no por eso menos obvio de su parte, el intento de construcción de imaginario colectivo que despliega el señor Edwards en la tribuna de éste periódico. Como buen miembro de una de las familias más influyentes, millonarias y poderosas del país, debe ser fiel a su clase socio-económica y su posición debe reafirmar la negativa disposición a invertir en mejoras para la calidad de vida de los trabajadores o, debe argumentar que de tener que hacerse obligatoriamente, será tratando de no meterse la mano al bolsillo: “ En resumen, hay que poner un acento ético en la economía del Chile de hoy, pero esto no significa premiar la ingenuidad o la improvisación. Mejoraremos en toda la medida de lo posible las condiciones de vida de la clase trabajadora pero con una conciencia que también implica una opción ética: si lo hacemos mal, en forma precipitada, sin respeto por las grandes realidades económicas, provocamos un descalabro y salimos perdiendo todos”.

En economía, materia en la que no soy experto ciertamente, ni el señor Edwards ni ninguno de sus “camaradas” pueden escapar a lo que ya está instalado en la discusión acerca de la mala distribución de la riqueza: la desigualdad económica y social, derivadas del trabajo mal pagado. Ésta realidad, vivida en carne propia por la gran mayoría de los ciudadanos de este país, se alza como algo absolutamente desagradable para la "imagen nacional". Se les olvida que sabemos cuanto, EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA, EL SISTEMA EN SU ETAPA NEOLIBERAL, NECESITA DE INDIVIDUOS DISPUESTOS A TRABAJAR BAJO CUALQUIER TIPO DE CONDICIONES LABORALES CON TAL DE ASEGURAR MANO DE OBRA A BAJO COSTO.

Una de las posibilidades para reducir la desigualdad económica es la autogestión social de los recursos de producción, un sistema parecido a las Cooperativas de Trabajo existentes principalmente en las zonas rurales en décadas anteriores en Chile, mecanismo abolido por el héroe nacional de la derecha, el tristemente famoso genocida Augusto Pinochet Ugarte.

En Argentina, luego de la crisis y explosión social ocurrida en noviembre de 2001, comenzaron a desplegarse un montón de experiencias de empresas gestionadas por los propios trabajadores y trabajadoras, luego que sus patrones, ante la crisis, abandonaran sus inversiones. Según mi humilde opinión y recalcando que no soy doctor en economía, creo que es una justa manera de garantizar justicia social, repartiendo de manera real y efectiva los recursos y excedentes del trabajo propio. Los trabajadores sí podemos administrar y gestionar una empresa sin un dueño capitalista de por medio, en cambio ellos, la clase empresarial, no pueden acrecentar sus riquezas sin nuestra fuerza de trabajo, sin la explotación del hombre.

“La segunda” y sus intelectuales intentan conducir la subjetividad de los trabajadores, se han transformado en una guía ideológica para quienes ya han asumido un rol clasista sin entenderlo como tal, y otros, consagran este periódico como su Biblia diaria. Los medios de comunicación del empresariado confunden con mentiras a la opinión pública, y se dedicarán siempre a implantar un discurso de clase (divisorio, individualista y de derecha), en el seno del mundo social más explotado. Debemos estar atentos y luchar de manera conjunta, desechar valores que no impliquen la acción colectiva y utilizar la prensa de la clase antagónica para forjar la unidad de la nuestra.

Arriba el pueblo trabajador que lucha!!

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